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Las denominadas prácticas Wellness… ¿ pueden relacionarse con la reducción de riesgos de desastres?

Por Agustina Carra

Para los que no me conocen soy Licenciada en Comunicación Social y hace 10 años que me dedico a la comunicación de Gestión de Riesgos de Desastres en todas sus etapas. Sin embargo, hace varios años ya que comencé ( medio por casualidad)  un camino de las conocidas prácticas Wellness que van mucho más allá de ser una moda que muchas veces nos muestran.

Y ahí es donde comenzó un nuevo desafío: ¿Por qué no integrar las prácticas de bienestar a la Gestión de Riesgos y a su comunicación?

Muchos dirán de qué estoy hablando…pero intentémoslo:

La crisis climática plantea desafíos sin precedentes para nuestra salud y una de las consecuencias que se está viendo es el aumento de enfermedades y la aparición de nuevas. La contaminación del aire y el agua deteriora la calidad de vida y fortalecer el sistema inmunológico nos permite estar mejor preparado para ello.

Esto también puede ser una oportunidad para redefinir nuestra relación con nosotros mismos y con nuestro entorno.  

Por ejemplo, practicar técnicas de relajación como la meditación, el yoga y la respiración profunda ayudan a reducir el estrés y la ansiedad.

A los 10 segundos de nacer, nuestros pulmones empezaron a funcionar y no pararon. Desde entonces con un promedio de unas 16 respiraciones por minuto para un adulto en reposo, o 23.000 al día. A los 30 años, inhalaste y exhalaste aproximadamente 250 millones de veces.

¿Todos respiramos para vivir, pero… si además aprendemos maximizar sus beneficios?

Investigaciones científicas demuestran que, la respiración, si es rápida, superficial y sin foco puede contribuir a una serie de problemas, como la ansiedad, la depresión y la presión arterial alta.

Mientras, cultivar un mayor control sobre nuestros pulmones puede traer muchos beneficios a nuestra salud física y mental.

Los científicos están descubriendo que una frecuencia particular de respiración, alrededor de seis exhalaciones por minuto, puede ser especialmente reconstituyente, desencadenando una «respuesta de relajación» en el cerebro y el cuerpo.

Las zonas azules

Existen en el mundo algunas regiones denominadas así, zonas azules, allí las personas viven más años y con mejor calidad de vida. En estos lugares, la longevidad no está relacionada con altos ingresos económicos o cuidados sanitarios especializados si no que se caracterizan por:

  • Actividad física cotidiana, como caminar, subir escaleras, hacer labores del hogar, etc.
  • Alimentación saludable, basada en lo que se produce en la zona
  • Consumo moderado de alcohol
  • Rutinas para combatir el estrés
  • Pertenencia a comunidades
  • Redes sociales de apoyo de la familia y la comunidad

Por ejemplo, en Okinawa en Japón por su característica de hacer todo en cuclillas, sin sillas, etc. se favorece al fortalecimiento del tren inferior lo que provoca que no tengan índices de fractura de cadera, situación muy común en la mayoría de los países occidentales.

Entonces, podemos vincular a las las prácticas de bienestar y la reducción de riesgos? SI, y acá marco algunos puntos.

Resiliencia individual y colectiva: Las prácticas de bienestar, como la alimentación saludable, el ejercicio regular, el manejo del estrés y el descanso adecuado, fortalecen tanto nuestra salud física como mental. Esto se traduce en una mayor resiliencia ante situaciones adversas, como un desastre. Personas resilientes son más capaces de adaptarse, recuperarse y ayudar a sus comunidades después de un evento traumático.

Preparación y respuesta efectiva: Un estado de bienestar óptimo nos permite estar más alertas y preparados para actuar en caso de emergencia. Personas sanas y con una mente clara pueden seguir instrucciones, tomar decisiones racionales y colaborar de manera efectiva durante y después de un desastre.

Reducción de la vulnerabilidad: Fomentar las redes de apoyo comunitario ayuda a estar mejor preparados para enfrentar diferentes riesgos.  Programas de ejercicio grupal fomentan el sentido de pertenencia y la cohesión social.

Claro está que estas prácticas no eximen de responsabilidad a los estados de implementar políticas públicas de reducción de riesgos. Sin embargo al invertir en nuestro bienestar individual y colectivo, estamos construyendo comunidades más seguras y resilientes capaces de enfrentar de una mejor manera los desafíos que puedan surgir.