La llegada de un huracán a menudo se representa mediante un mar de cifras: desde la velocidad del viento hasta las horas que dura un apagón. Sin restarles importancia, esas cifras tienen un impacto en la vida de las personas.
La perspectiva de la NOAA para la temporada de huracanes del Atlántico de 2025, que se está dando desde del 1 de junio al 30 de noviembre, predice un 30% de probabilidad de una temporada casi normal, un 60% de probabilidad de una temporada superior a lo normal y un 10% de probabilidad de una temporada inferior a lo normal.
Acá algunos datos para entenderlos mejor.
Terminología: Los huracanes, los tifones y los ciclones son distintos nombres para referirse a lo mismo. La diferencia radica en dónde se produzcan: En las Américas se llaman huracanes; en Asia oriental, tifones; y en el Pacífico Sur y el Océano Índico se llaman ciclones. El término global correcto es “ciclón tropical”.
Conexión Climática: Se llamen como se llamen, el impacto de los ciclones tropicales se ha agravado debido al calentamiento global. El 90% del calor adicional que emitimos a la atmósfera lo absorben los océanos, y las aguas más calientes actúan como combustible para los huracanes. Literalmente, añadir calor a la atmósfera es añadir gasolina al fuego de estas tormentas. Cuanto más alta es la temperatura del agua, más se intensifican, y más rápido. Esto es más notable cuanto más se fortalece la tormenta: el 80% de los huracanes ya experimenta lo que se conoce como “intensificación rápida”, un aumento de la velocidad del viento en 55 km/h o más en menos de 24h. A menudo, esta intensificación rápida ocurre justo antes de tocar tierra.
Números: La potencia de los huracanes en las Américas se mide según la velocidad de los vientos asociados. A vientos más fuertes, más categoría. Sin embargo, el viento no es la única manera de medir cuán destructivo puede ser uno de estos eventos. La velocidad de traslación (es decir, la velocidad a la que el ojo del huracán se desplaza sobre el mapa) también es importante (cuanto más lento, más potencial destructivo), así como la presión atmosférica (cuanto menor sea, más peligroso es el huracán). También hay que tener en cuenta el tamaño de la tormenta, ya que las más grandes pueden causar daños mucho más lejos tierra adentro.
