Es un concepto emergente que describe la tendencia a posponer acciones frente a la pérdida de biodiversidad y el colapso de los ecosistemas.
Casi el 30 % de las especies conocidas están en peligro de extinción, según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y se debe fundamentalmente al impacto humano en el entorno.
Según el Informe Planeta Vivo 2022 del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), las poblaciones de vertebrados han disminuido un 69% en promedio desde 1970. América Latina y las regiones de agua dulce son las más afectadas, con caídas del 94% y 83%, respectivamente. La Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) destaca que más de 42.000 especies están en peligro de extinción.
La extinción de especies puede desencadenar efectos en cadena que desestabilizan ecosistemas enteros, afectando los servicios ecosistémicos de los que dependemos, como la polinización de cultivos, la regulación del clima y la purificación del agua.
El Foro Económico Mundial (WEF) publica anualmente el Informe de Riesgos Globales (Global Risks Report), que evalúa las amenazas más significativas para la economía mundial. En su edición de 2023, la pérdida de biodiversidad y el colapso de los ecosistemas se destacaron como el cuarto riesgo más importante a largo plazo (10 años). Sin embargo, este mismo riesgo ocupa solo el puesto 18 en la lista de preocupaciones a corto plazo (dos años).
Esta discrepancia refleja una peligrosa tendencia: la subestimación de los riesgos inmediatos asociados con la pérdida de biodiversidad. Esta actitud de posponer la acción, especialmente en el contexto de la biodiversidad es lo que se denomina ‘biocrastinación’.
La ‘biocrastinación’ es un término que describe la demora en tomar medidas significativas para abordar la pérdida de biodiversidad. A pesar de las claras señales de alarma, este problema no se ha priorizado como una amenaza inmediata. Esto se debe fundamentalmente a la percepción de que los impactos de la pérdida de biodiversidad se sentirán en el futuro lejano, y no en el presente.
Este fenómeno se ve agravado por una falta de reconocimiento de la interdependencia entre la biodiversidad y otros riesgos globales. Por ejemplo, la crisis climática, la escasez de recursos naturales y la inseguridad alimentaria están intrínsecamente vinculadas a la salud de nuestros ecosistemas. Ignorar estas conexiones exacerba otros problemas globales.
Uno de los principales desafíos en la lucha contra la pérdida de biodiversidad es la percepción de la responsabilidad. Solo el 10% de los encuestados en el Informe de Riesgos Globales del WEF cree que la gestión de los riesgos de biodiversidad es efectiva. La mayoría considera que la responsabilidad recae en los gobiernos y las organizaciones internacionales, no en las empresas.
Sin embargo, el tejido empresarial juega un papel crucial que desempeñar. La actividad de las empresas puede tener impactos directos e indirectos significativos en los ecosistemas. Desde la deforestación para la agricultura hasta la contaminación industrial, las acciones corporativas pueden contribuir a la pérdida de biodiversidad o ayudar a mitigarla.
La biocrastinación es una peligrosa forma de procrastinación que amenaza el futuro colectivo. Ignorar la pérdida de biodiversidad hoy asegura un mañana más sombrío y menos habitable. Solo a través de una acción decidida y coordinada es posible asegurar un futuro sostenible.
